¿Ha recibido alguna vez su ventana piedras lanzadas por desconocidos? He tenido la sensación de recibir algunas pedradas, que felizmente no quebraron vidrio alguno, al revisar algunos blogs literarios que comentan con odio y frustración , el premio de poesía que gané. Digo algunos porque hay otros, de gente intelectualmente solvente, que ha comentado libro y galardón de un modo ecuánime y decente.
Que el Perú atraviesa por una crisis moral sin precedentes lo confirma el que gente supuestamente vinculada a la poesía exhiba sus sentimientos de inferioridad sin rubor alguno, que quienes se presentan como escritores o intelectuales den rienda suelta a sus instintos de bestia herida, simplemente porque no ganaron un concurso. Y lo peor de todo es que estos personajes traten, simultáneamente, de convencernos de que son rebeldes y puros, convencernos de que salvo ellos, que son la belleza y la verdad personificadas e irreductibles, todo está mal en el mundo. Podría tratarse de cínicos patológicos, pero también de psicópatas.
Probablemente si no hubiera sido funcionario del Gobierno de Fujimori o no habría tenido relación con él en modo alguno, los perdedores y despechados habrían encontrado otra excusa para justificar su fracaso.
Jamás negaré mi pasado ni inmediato ni mediato. No nací ayer y quienes me conocen personalmente saben que, a pesar de inmundas notas periodísticas, que hablan de un perfil deshonesto, nunca en mi vida he exhibido un comportamiento que me avergüence. Soy de los pocos funcionarios públicos de este país que puede decir que al ingresar a la administración pública tenía una pequeña fortuna heredada legítimamente y que ella, en vez de incrementarse, ha disminuido sensiblemente. No necesito exhibir pruebas o documentos, basta con exhibir mi vida diaria. Quienes sin conocerme afirman lo contrario, para engordar escuálidos argumentos, incurren solo en infamia. Es fácil decir o escribir lo que dicen , el papel o la pantalla aguantan todo. Si descargar veneno los consuela, me alegro por ellos.
Desde luego que habría preferido que lancen sus dardos solo contra mí. A mi me interesa muy poco que alguien me considere un mal poeta. Puedo ser feliz siendo un poeta menor o ni siquiera eso. Hay quienes no serán felices nunca porque no saben perder. Pero me parece totalmente injusto que personas que solo han expresado una opinión –a lo mejor equivocada- sean objeto de ataques abyectos. Probablemente ellos –personas respetables- estén en desacuerdo en que me tome la molestia de responder a anónimos o personajes que más allá del alarido y el vociferar irracionalmente, no dicen nada.
El fracaso –cualquier derrota- es terrible para los egocéntricos, egotistas y megalómanos. En mi vida he perdido varios premios literarios y he sido excluido de muchas antologías (no descarto que con absoluta justicia, ¿quien soy yo para juzgar mi obra literaria?) y me he quedado tranquilo, por que no es para tanto.
Pero los exhibicionistas, los grandiosos, los que gustan –patéticamente- de presentarse como genios no pueden, no saben asimilar la derrota, no están preparados para ella, crecieron –o mal crecieron- mimados en exceso por una madre ultra complaciente y quizá un padre excesivamente severo. Es en la infancia que podremos encontrar las razones para las pataletas más tristes e indignas. Cuánto disfrutaría un psicoanalista con esos textos llenos de rabia, al borde del frenesí.
¿Qué está pasando en el Perú? Psicópatas y bipolares se quieren convertir en líderes de opinión. La truhanería se disfraza de heroísmo. La mediocridad se constituye en jurado, en fiscal supremo, en sumo pontífice.
Que el Perú atraviesa por una crisis moral sin precedentes lo confirma el que gente supuestamente vinculada a la poesía exhiba sus sentimientos de inferioridad sin rubor alguno, que quienes se presentan como escritores o intelectuales den rienda suelta a sus instintos de bestia herida, simplemente porque no ganaron un concurso. Y lo peor de todo es que estos personajes traten, simultáneamente, de convencernos de que son rebeldes y puros, convencernos de que salvo ellos, que son la belleza y la verdad personificadas e irreductibles, todo está mal en el mundo. Podría tratarse de cínicos patológicos, pero también de psicópatas.
Probablemente si no hubiera sido funcionario del Gobierno de Fujimori o no habría tenido relación con él en modo alguno, los perdedores y despechados habrían encontrado otra excusa para justificar su fracaso.
Jamás negaré mi pasado ni inmediato ni mediato. No nací ayer y quienes me conocen personalmente saben que, a pesar de inmundas notas periodísticas, que hablan de un perfil deshonesto, nunca en mi vida he exhibido un comportamiento que me avergüence. Soy de los pocos funcionarios públicos de este país que puede decir que al ingresar a la administración pública tenía una pequeña fortuna heredada legítimamente y que ella, en vez de incrementarse, ha disminuido sensiblemente. No necesito exhibir pruebas o documentos, basta con exhibir mi vida diaria. Quienes sin conocerme afirman lo contrario, para engordar escuálidos argumentos, incurren solo en infamia. Es fácil decir o escribir lo que dicen , el papel o la pantalla aguantan todo. Si descargar veneno los consuela, me alegro por ellos.
Desde luego que habría preferido que lancen sus dardos solo contra mí. A mi me interesa muy poco que alguien me considere un mal poeta. Puedo ser feliz siendo un poeta menor o ni siquiera eso. Hay quienes no serán felices nunca porque no saben perder. Pero me parece totalmente injusto que personas que solo han expresado una opinión –a lo mejor equivocada- sean objeto de ataques abyectos. Probablemente ellos –personas respetables- estén en desacuerdo en que me tome la molestia de responder a anónimos o personajes que más allá del alarido y el vociferar irracionalmente, no dicen nada.
El fracaso –cualquier derrota- es terrible para los egocéntricos, egotistas y megalómanos. En mi vida he perdido varios premios literarios y he sido excluido de muchas antologías (no descarto que con absoluta justicia, ¿quien soy yo para juzgar mi obra literaria?) y me he quedado tranquilo, por que no es para tanto.
Pero los exhibicionistas, los grandiosos, los que gustan –patéticamente- de presentarse como genios no pueden, no saben asimilar la derrota, no están preparados para ella, crecieron –o mal crecieron- mimados en exceso por una madre ultra complaciente y quizá un padre excesivamente severo. Es en la infancia que podremos encontrar las razones para las pataletas más tristes e indignas. Cuánto disfrutaría un psicoanalista con esos textos llenos de rabia, al borde del frenesí.
¿Qué está pasando en el Perú? Psicópatas y bipolares se quieren convertir en líderes de opinión. La truhanería se disfraza de heroísmo. La mediocridad se constituye en jurado, en fiscal supremo, en sumo pontífice.
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